Chocolate y mala leche

>> domingo, 26 de diciembre de 2010

Estoy cansada; hoy a todos los niveles, que físicamente también ha sido una semana dura. Si lo pienso fríamente, todo lo negativo que me sucede son cosas pequeñas que, aisladas, provocarían escozor más que momentáneo, pero no es nada en apariencia trascendente; lo malo es que todas esas pequeñas cosas se van acumulando y superponiendo una sobre otra, como si volcara una caja de fotografías sobre una mesa. Y además de juntarse y mezclarse, quedan pendientes, sin solución y empeoran. Una me recuerda la otra y otra la una.

Ha vuelto el silencio, la pesada carga de los pensamientos no compartidos, de las palabras no dichas; aunque nunca se fue del todo. Siempre me he sentido como una dummie a la hora de expresarme oralmente, por eso escribo, porque así no “tartamudeo”. Pero ahora es, sobre todo, porque no hay nadie que escuche. No me malinterpretéis, sé que hay personas más que dispuestas a escucharme, pero a ninguna la veo con asiduidad. Formo parte de sus vidas, pero no formo parte del día a día de nadie, y eso es lo que echo de menos. Admito que estoy un poco antisocial también, por todo lo que he dicho antes y porque a veces confiar en la gente en general y en las personas en concreto sólo trae decepciones (me incluyo en el paquete). Sin embargo, debo añadir que esta semana alguien me sorprendió gratamente después de un pésimo día de trabajo y me hizo sonreír (hay que ver lo que puede lograr el chocolate…).

La mayor parte del tiempo no puedo evitar sentir que voy un paso por detrás de los demás; la mayor parte del tiempo no puedo evitar sentir que siempre me dejan atrás y soy la última opición; eso añadido a que insulten mi inteligencia en el trabajo, hace que me sienta frustrada y fracasada (no es una impresión, ahí siempre me dejan atrás). Es uno de los motivos por los que, a veces, no me apetece relacionarme: ver los éxitos de los demás hace que recuerde más aún mis fracasos y “mala suerte”, y ahora mismo mi autoestima está algo magullada.

Hay días en los que, de repente, mis ideas encajan; después de infructuosas horas de reflexión dedicadas al tema en cuestión, sin más, todo encaja y fluye en armonía; tan fácil y simple como darle al interruptor y encender la bombilla. Pero cuando eso sucede, una parte de mí apaga la luz y vuelve a encerrar a mi ego en una habitación oscura para que no alardee y sea consciente de que lo que ha hecho es insignificante. Sé que a nivel humano la perfección no existe, pero sí la excelencia pese a cometer errores, y es lo que busco.

Sé qué vais a decir sobre esto: que no es así, que soy negativa, que exagero… No necesito palabras, necesito hechos. Estoy cansada de certezas que se convierten en quizás, de promesas con los dedos cruzados, de disculpar desprecios, de adaptarme siempre yo, de esperar en vano y aún así tener esperanza, de confiar, de… de mí misma…

¿Y sabéis qué es lo peor? Que el chip gráfico de mi ordenador no es lo suficientemente potente para crear un abrazo holográfico.



*   *   *


(Gracias por sonreírme y hacerme sonreír... y por el chocolate...)

Telemetría de los recuerdos

>> jueves, 16 de diciembre de 2010


Ver los sucesos en la distancia, cuando hay una menor carga emocional atada a ellos, sirve para comprender el pasado y el presente; y para avergonzarme de mi comportamiento. Se supone que he aprendido del resultado obtenido para el futuro, pero es sólo una teoría. La estela de lo vivido es un rastro caprichoso y un cuchillo de supervivencia.

Lo nocivo es el cuestionamiento permanente, el analizar hasta la más ínfima e intrascendente decisión. ¿Cuál es el baremo, el rasero? Hay decisiones que sé que están bien o mal no porque haya una ley escrita en alguna parte, sino porque lo siento así. Pero… ¿y si lo que siento que está bien no lo está? ¿Hasta qué punto es algo cultural determinado por la educación, el entorno, las experiencias vividas…? ¿Y si mi condicionada perspectiva y óptica es errónea o menos próxima a lo que la moral establece como bueno o correcto? A veces pienso demasiado…

En este caso, creo que lo mejor para lograr dormir por las noches y alcanzar un atisbo de paz sináptica, es guiarme precisamente por algo tan subjetivo y etéreo como mi “conciencia” o esa sensación de pesadumbre o ligereza en el pecho.

Sigo siendo una simple chica de humilde cuna, pero con la cabeza llena de nidos vacíos, los pájaros hace tiempo que se han ido. Pero… ¿realmente soy la misma persona que era hace cinco años? ¿Soy la misma persona que era hace tres meses? Tengo el mismo cuerpo, con uno o dos kg más o quizás menos, con el pelo más o menos corto, con alguna cicatriz más… mi cerebro alberga más recuerdos y conocimientos, pero es el mismo órgano… Entonces… ¿soy la misma? Podría contestar a esta pregunta, pero tendría que pensarlo, y hoy no me apetece pensar más, ya lo he hecho demasiado.

Últimamente me dejo guiar por sensaciones placenteras del pasado para tratar de encontrarme en ellas; pero no reviviendo esos momentos ni pretendiendo repetirlos, sino extrapolando y buscando en el ahora homónimos intemporales. Trato de llenarme de nuevo de todos esos sentimientos fugaces pero eternos que me dan la vida; intento encontrar mi sitio o hacerme un hueco en el lugar en el que estoy.


A cubierto, que llega la BaNalvidad

>> jueves, 25 de noviembre de 2010


En breve empezarán a bombardearnos con tintineos, guirnaldas, luces de colores y programas benéficos, lava-conciencias y engañabobos; las ciudades se llenarán de árboles y belenes y los belenes de borregos, que es lo que somos. Y por si a alguien el término borrego le retumba demasiado en el pabellón auditivo de su ego e ignorancia, lo dejaremos en… aborregados acólitos de una alegoría. Aunque pensándolo bien, mis disculpas para los borregos, sería como insultarles llamándoles humanos en sus caritas peludas.

Este año estoy haciendo todo lo posible para trabajar en Navidad. No tengo ganas de brindar porque una tradición estúpida diga que hay algo que celebrar. No quiero beber champán hasta vaciar la botella para dejar de sentir los pellizcos de los recuerdos en mis tobillos reclamando atención. Prefiero darle a otra persona que sí quiera celebrarlo la posibilidad y satisfacción de hacerlo, prefiero pasar esas horas y días ponzoñosos a solas con mi infestada soledad, sin convertirlo en una epidemia familiar.

Así que mientras el olor de esa cena anual se filtra al resto de la casa cada vez que se abre la puerta de la cocina yo prepararé mi mochila y me vestiré para la ocasión. Cambiaré la mesa del salón por la mesa de trabajo, el opíparo banquete por un par de sándwiches y el champán por café. Me iré antes de los semáforos en ámbar y caminaré por las calles atestadas de luciérnagas navideñas parapetada tras capas de GORE-TEX® y probablemente un paraguas. Me sentaré en el trabajo y veré como todos se van a sus casas sonrientes bajo sus bufandas e intentaré pensar que estoy haciendo algo útil mientras velo madrugadas.

Regreso a mí

>> lunes, 8 de noviembre de 2010


Quiero volver a las meriendas y a los sábados por la tarde; mancharme de barro y arañarme las rodillas; saltar sobre la cama y leer bajo las sábanas con una linterna cuando debería dormir; recoger hojas y piedras, recortar fotografías de revistas y escribir cartas; construirme como esos juegos infantiles de montaje con cientos de piezas de diferentes tamaños y colores; coger los libros bajo el brazo y salir a la calle a aprender, a leer vidas y vivir cuentos; mirar por encima de las azoteas, las copas de los árboles y las cabezas gachas, como un globo de helio atado a la muñeca...

Quiero ir al hola y no al adiós, al te quiero, al mundo irreal, a los enemigos imaginarios, a las estelas de los aviones en el cielo, a las causas encontradas, al pelo despeinado, al beso en los labios...; quiero crecer otra vez, subir al tejado, lanzar los dados fuera del tablero, inventar el juego, coleccionar sueños, levantar castillos de humo... Quiero volver al futuro.


Vivir en pequeño

>> lunes, 4 de octubre de 2010


A veces te sientes como un insignificante punto en movimiento bajo las nubes. Todo parece demasiado grande, inmenso, y escapa a tu control. La tierra no deja de girar aunque tú te detengas para recuperar el aliento, las estaciones no dejan de cambiar aunque añores el sol, y las hojas caducas que deja el otoño te pueden hacer resbalar los días de lluvia. Lo que te sucede no sólo te sucede a ti, no tienes la exclusividad de la pena ni de la alegría, pero para ti es importante y titánico porque lo presencias como administradora, no como invitada. Y puede que necesites alejarte de ti, dejar de ser lo que eres para volver a serlo.

A veces las pequeñas cosas, los detalles más furtivos, son tan grandes que llenan todos tus rincones de esa extraña e impagable materia de la que están hechos los deseos cumplidos, los éxitos logrados, la satisfacción, las caricias, las sonrisas sinceras... Entonces comprendes que la vida puede definirse por un pequeño gesto casi invisible, y la grandeza aparente deja de tener importancia y empequeñece hasta que no llega a los pedales; comprendes que tu vida puede resumirse en una sonrisa, en una lágrima o en indiferencia; está en tu mano escoger una.

A veces, cuando caminas al anochecer acompañada de la tormenta y la misma canción repitiéndose una vez tras otra, mientras echas de menos, preguntas y maldices, el dolor se hace físico y la ciudad llora contigo, se rompe contigo.


>> lunes, 13 de septiembre de 2010

Números y colores

>> domingo, 5 de septiembre de 2010


Os propongo algo. Pensad en una lista con números del 0 al 9 y poned al lado de cada número el color que os inspira. Podéis repetir colores y poner más de un color por número si así lo visualizáis. Es un estudio psicológico y sociológico que me gutaría llevar a cabo, así que espero vuestras respuestas.

Os dejo mi lista como ejemplo:

0 ---> negro
1 ---> blanco
2 ---> rojo
3 ---> beis
4 ---> azul
5 ---> amarillo
6 ---> verde claro
7 ---> verde oscuro
8 ---> naranja
9 ---> plateado

Motivos (Leitmotivos)

>> jueves, 2 de septiembre de 2010



Creo que estoy aquí por un motivo, para cumplir un cometido. Quizás esté aquí para sorprender a alguien con dos entradas de cine en la cola de la taquilla cuando se había resignado a ver la película sin compañía; para salir a correr una noche y encontrarme con alguien que necesita que le escuchen mientras caminamos hacia su casa; para llevar chucherías al trabajo y hacer más llevadera la jornada; para inventar una máquina del tiempo (hipérbole de mi desmesurada imaginación) y viajar hasta el origen de la humanidad para corregir el fallo de diseño, construcción o creación que nos hace tan inhumanamente humanos...

Quizás esté aquí para todas esas pequeñas y grandes cosas, y espero que para muchas más. Quizás esto sólo sea un rito de paso o un salto de fe y haya que saltar al vacío para vivir, aunque suene contradictorio y kamikaze. Quiero pensar (necesito pensar) que estoy aquí para algo bueno, sea lo que sea, sea el peón, la torre o el rey. Necesito pensar que formo parte de un proyecto común calibrado al micrómetro, pero con finales alternativos según nuestras elecciones.

Necesito sentirme útil y ser útil. Necesito hacer algo bien.


Némesis

>> miércoles, 11 de agosto de 2010



¡Sal de ahí! ¡Vuelve aquí ahora mismo! le ordené.

Ignoró mis palabras y continuó saltando de un punto a otro de forma aleatoria. Sacudí la cabeza y suspiré con resignación. Nada lograba frenar por mucho tiempo el nocivo viaje que mi mente había emprendido; se había propuesto machacarme.

Retrocedió hasta un lejano recuerdo de los primeros años de mi infancia, rodeada de verde y sol; llevaba en la mano unos pequeños juguetes que mi padre me había hecho de alambre. Recordé el olor a madera recién cortada, campos cubiertos de nieve con pisadas de animales salvajes, jugar con los perros, el olor a verano en la piel...

Pero fue una simple treta, una estratagema para que bajara la guardia y asestarme una bofetada en la cara con la siguiente parada en mi recorrido vital. Me llevó varios años atrás, a una adolescencia conflictiva, intoxicada de antidepresivos y tranquilizantes y complicada con alcohol. La lista de pecados todavía pesa.

El siguiente salto me empujó hasta la ruptura; el polémico final de una relación de varios años por la que lo dejé todo, quizá demasiado para ser yo.

¿Y ahora qué? ¿Con qué recuerdo sin conexión aparente enlazaría ahora? Pero no fue un recuerdo lo que surgió, fue un pensamiento de futuro. Hay una fecha que marcará un antes y un después, y mi mente lo sabe. Pese a eso, pese a todo, la vida sigue, lo sé, por supuesto que lo sé, y soy la primera que quiere ver el mañana, pero será una vida inerte hasta que logre guardarla en un cajón de mi memoria, o de lo que quiera que sea esa parte de mí que siente y se tortura entre cuatro paredes de recuerdos gráficos, sonoros, palpables, desnudos...

Lo he dicho ya de mil formas y me lo he repetido otras tantas, pero eso no hace que me acostumbre a ello. Y mil veces me he rendido ante la ausencia para rebelarme el mismo número de veces contra la idea de abandonarme a la deriva de dos continentes entre los que un océano se expande. Por ahora no hay consuelo posible fuera ni dentro de mí, y floto en ese espacio exterior e interior sin órbita. Últimamente los recuerdos están más presentes que el ahora o el después, me confundo con facilidad y pierdo el tiempo en tiempos perdidos.

El viaje retrospectivo siempre hace que sienta que no soy una buena persona. Quizá comparo y cuestiono demasiado y, en lugar de adoptar una posición pragmática, doy giros de 360 grados. Y otras veces me falta determinación para posicionarme.

El último salto me llevó justo hasta aquí, hasta este momento, hasta esta palabra. Todos y cada uno de los momentos me han llevado a enfrentarme a mi némesis, a ese enemigo que vence utilizando nuestras debilidades, no su fortaleza.


Tormenta de verano

>> lunes, 12 de julio de 2010

¿El mejor momento de esta semana?

Caminar bajo la lluvia sin paraguas escuchando música en el reproductor de mp3 mientras atravesaba la ciudad sin más motivo que ese.

El agua resbalaba por mi cara y mis brazos y empapaba mi ropa; era cálida pero refrescante comparada con la temperatura atmosférica. Rugían motores y se entremezclaban voces que oía en la transición de una canción a otra. La gente pasaba a mi lado y en ocasiones tenía que esquivarla, pero me sentía lejos de todo eso, como si lo viera a varios metros sobre el suelo. Respiré hondo, cerré los ojos, levanté la vista al cielo y sonreí por ese momento.


Durante unos segundos logré salir de mi mente y me sentí en paz; durante unos segundos esa tormenta de verano que lloraba sobre mis hombros me hizo feliz; durante unos segundos dejaron de importar los sentimientos no correspondidos, la vaticinada ausencia, el cuestionamiento permanente, los menosprecios laborales, el cansancio a todos los niveles...; durante unos segundos el resto del mundo dejó de importar y me vi a mí misma; en ese momento importaba la lluvia, importaba yo.

Algunos se cobijaban en portales, los más previsores bajo sus paraguas, y los que caminaban empapados lo hacían encogidos de hombros y mirando al suelo. Y yo, en cambio, lo hacía con calma, permitiendo que la lluvia me mojara, intentando alargar lo máximo posible ese momento.

*   *   *

¿El peor momento de la semana?

El regreso.

Ir en un coche a 120 km por hora y ser consciente de que el momento se me escapa a la misma velocidad o se estrella contra el parabrisas como un insecto diminuto, como algo insignificante; caminar de vuelta a casa con el pesar de quien se deja el alma atrás...

El regreso a la realidad, a mí, siempre es demoledor.


Antimateria

>> lunes, 28 de junio de 2010


   anti.
(De anti-).
1. adj. Opuesto o contrario. U. t. c. s.
   anti-.
(Del gr. ἀντι-).
1. pref. Significa 'opuesto' o 'con propiedades contrarias'. Anticristo, antipútrido.
   antimateria.
1. f. Fís. Materia compuesta de antipartículas, es decir, aquella en la cual cada partícula ha sido reemplazada por la antipartícula correspondiente.

En Cosmología teórica, es lo opuesto de la materia: las partículas tienen carga eléctrica opuesta a la normal. Un átomo de antimateria, en lugar de protones (positivos), tiene antiprotones (negativos) y, en lugar de electrones (negativos), antielectrones o positrones (positivos).

Según esta teoría, si pudiéramos crear antimateria para la tristeza, para el odio, para el miedo… tendríamos siempre un opuesto que luchara contra los malos sentimientos. No tendríamos nunca un mal día, estaría siempre equilibrado.

Pero cuando una partícula y una antipartícula entran en contacto, se produce el fenómeno de la aniquilación: la materia se transforma en energía. Así que al coger los sentimientos y los antisentimientos y hacerlos colisionar para que se aniquilaran y transformaran en energía o para que toda esa energía se transformara en materia, teóricamente dejarían de existir, al menos tal y como los conocemos. Ya no tendríamos ni el sentimiento ni el antisentimiento. Esa liberación de energía podría transformarse en un agujero negro que lo absorbería todo sin mesura, convirtiéndonos en un recipiente vacío; o quizá sería un big bang emocional, un nuevo comienzo, y nos contraeríamos y concentraríamos hasta el límite para luego explotar y expandir nuestra energía en todas direcciones y crear de nuevo nuestro propio universo.


Wichi

>> miércoles, 16 de junio de 2010

Me complace presentaros... Es un honor para mí... Mmm... Demasiado formal para presentar algo tan espontáneo como el blog que Any y yo hemos ideado, gestado y dado a luz entre risas, carcajadas y mandíbulas desencajadas.

Este pequeñín se llama:


Esperamos que crezca rodeado de tod@s vosotr@s (pinchad en la imagen y os llevará a él).

Fotograma

>> domingo, 13 de junio de 2010


Me siento como si me hubieran apretado el corazón hasta dejarlo sin sangre que bombear en su interior.

Cuando me desperté y abrí los ojos todo había cambiado. Me levanté después de dejarme vencer por la desgana un buen rato, aunque ya había dado por perdido el día. Me duché y vestí unos vaqueros viejos y raídos, camiseta blanca y las zapatillas que tenían más pasos bajo sus suelas. Me sentía como mi atuendo: rota, en blanco y desgastada. Mi estómago reclamaba alimento, pero prefería ignorar sus gruñidos y pensar que el vacío que sentía era por no haber probado bocado en todo el día. Coloqué el reloj en mi mano derecha y, al comprobar la hora, vi que se había parado. Parecía que el tiempo también había querido detenerse en ese instante.

Salí a la calle. Las aceras estaban resquebrajadas y las losetas flojeaban con cada paso. Un coche aparentemente abandonado al paso del tiempo agonizaba al lado de la acera, oxidado y con cables que salían del ausente parachoques. Hice el mismo recorrido de siempre, pero las calles esta vez parecían más sucias y viejas. Había papeles en el suelo y las paredes de los edificios exhibían pintadas medio borradas y casi ilegibles. A medio camino de ninguna parte, decidí regresar, no tenía sentido caminar sin rumbo. Otra vez las mismas calles, las mismas casas, la misma gente desconocida y borrosa. Era un día de sol, lo cual era de agradecer, pero no se veía como tal. Ya no importaba el clima, el panorama era lineal y repetitivo, una película congelada en el fotograma de la despedida y la ausencia.

Al llegar de nuevo a casa me di cuenta de que lo que había cambiado era precisamente un fotograma, lo habían cortado y habían vuelto a unir la cinta, pero no encajaba, faltaba algo.

Cortar y pegar no servía, tendría que volver a empezar.


¿Arte? ¿O harta?

>> lunes, 7 de junio de 2010


¿Por qué algo que sólo hace ruido puede llamar tanto la atención?

Me explico… Soy la responsable (o irresponsable, que por mí como si arde, pero conmigo fuera) de una exposición de arte contemporáneo chino que se ha inaugurado hace poco en mi ciudad. Aunque llamarle arte es mucho decir, un espantapájaros o un muñeco de plastilina hecho por un niño son más artísticos. Hay una frase que dice: “el arte es arte cuando quien lo contempla no se queda indiferente”. Discrepo. Tampoco te quedas indiferente si ves a alguien lanzándose de una azotea, pero no piensas “oh, que arte” por mucho estilo que tenga saltando.

La polémica comenzó con el lugar que acoge dicha exhibición, una iglesia desacralizada que se utiliza como sala de exposiciones, y algunas obras no van muy acordes con la “decoración”, dando pie a las consiguientes quejas y caras de asombro.

Lo que sigue es la falta de gusto, visión y talento de los autores. O quizás el auténtico propósito sea reírse de unos cegatos que van de entendidos y visionarios, que contemplan y alaban el fruto de golpearse la cabeza en la bañera o del abuso de sustancias psicotrópicas, como el esmalte que cubre algunos de los esperpentos que cuelgan de las escandalizadas paredes, las cuales, si pudieran, seguro que subirían las faldas y saldrían huyendo. Yo lo haría.

La cuestión es que una de esas joyas irreemplazables (por suerte) es interactiva: una proyección con unos paneles en el suelo que, al pisarlos, generan un sonido muy molesto y con el suficiente volumen para crisparme en la otra punta de la sala. Que pisen el 80% de las visitas no es lo molesto, lo es el padre petardo con los niños que, haciendo gala de sus dos cifras escasas de cociente intelectual, pisa de forma repetida. Como si esperara obtener resultados distintos aún viendo que las últimas diez veces no ha sucedido nada diferente, e insta a los aprendices de orangután a hacer lo mismo.

Estaba pensando en dar cuatro pinceladas a un lienzo y colgarlo con un cartelito explicativo con caracteres chinos al lado… Seguro que esos tan doctos en la interpretación del significado profundo de las obras de arte veían algo metafísico.

Luego están los que meten las manazas en todo. ¿Acaso en el Museo del Prado vas manoseando los cuadros para comprobar su textura? (Un segundo, voy a darme una colleja por semejante comparación…). Pero el caso es que, evidentemente, no se pueden tocar las obras… perdón, los esperpentos artísticos (o espelpentos altísticos).

Casi olvido a otro espécimen que abunda en zonas turísticas: el que empuja la puerta pese a estar cerrada, y cuando le informas de que está cerrado al público, te mira con incredulidad y asombro y te pide explicaciones. ¿Será que en su casa no tiene puertas? ¿O que se perdió el capítulo de Barrio Sésamo en el que explicaban la diferencia entre abierto y cerrado?

Y para rematar, los que acribillarían a preguntas hasta a una columna con uniforme. Para esos casos he aprendido a improvisar y a soltar un rollo lleno de información irrelevante que sacia sus inquisitivas caras y me hace quedar bien. Incluso cambio de idioma según las exigencias del guión… Es una pena que eso no lo vean mis jefes, soy un diamante en bruto… o embrutecido, depende del mayor o menor grado de desgaste de mi paciencia.

Vaya fauna la de este reino animal...


Mi relatividad

>> miércoles, 19 de mayo de 2010


Con cada sorbo que le doy a mi botella, un sorbo de vida se me escapa dentro de ella. Tragos amargos tocando con los labios un frío cristal impersonal, sin escrúpulos ni preferencias, que besa y entrega su interior sin reservas a todo aquel que no tiene dique para detener a esa marea que anega inconscientemente la conciencia.

Trago a trago me embriago de anhelos hasta que me colmo de espacios vacíos que se expanden dentro de mí y empujan sin dejar sitio para nada más, hasta que la resaca me devuelve a la realidad de la ausencia.

Pienso en el “después” aunque no me pertenezca, porque el “ahora” tampoco puedo atraparlo. Sólo roza casi de forma imperceptible mis esperanzas cuando su aroma se mezcla con el viento y entra en mí para surcar el aire de mis suspiros.

Olvido que importa el momento en el que me encuentro porque el mañana nadie lo posee. Pero algunos, muchos o todos vivimos mentalmente en el futuro, siempre haciendo planes y esperando a sabiendas que no nos pertenece, que probablemente no será como hemos imaginado o planeado, que cabe la posibilidad de que no llegue. Y al menos por ahora no controlamos la cuarta dimensión. Concebimos el tiempo de forma lineal: el pasado está antes y ya no podemos recuperarlo, el presente lo tenemos, pero lo creemos tan obvio y seguro que lo olvidamos y no lo valoramos y el futuro lo moldeamos en nuestra mente y esperamos demasiado de algo que no es real.

Quién sabe... Quizás el tiempo no existe o es eterno y nos empeñamos en ponerle fecha y limitarlo para convertirlo en algo más contemporáneo y asequible, al alcance de nuestra muñeca, para autoengañarnos y disimular que no lo controlamos. Así da menos vértigo el viaje.


He vuelto sin mí

>> domingo, 2 de mayo de 2010


He vuelto a ver las ciudades, campos verdes y ríos desde lo alto y a atravesar las nubes esponjosas. Y he sonreído por ello.

He vuelto a pasear por avenidas luminosas y he visto las sombras hambrientas, sucias e invisibles que provocan.

He vuelto a ese portal en el centro, pero sólo he podido mirar a través de la verja porque ya no tengo llaves para entrar.

He vuelto sobre mis pasos, que ahora parecen huellas de gigante, sin encontrarme, sin reconocerme, sin llegar.

He vuelto a los jardines del palacio que tantas veces me hicieron soñar con un mañana que no es ahora y que sigue colgado de la bóveda de mis sueños a la espera de que recorra fugaz mi cielo.

He vuelto con un fin diferente al de antaño pero, al igual que en el pasado, no he vuelto por mí, sólo he ido de la mano de alguien que mira a un horizonte lejano, más allá de todo cuanto veo.

He vuelto y he deshecho las maletas, pero no estoy, no siento...

He vuelto sin mí.

Las páginas de los libros se han borrado, la tinta de mi pluma se ha secado y el plumín rasca el papel... Las palabras se han fugado y las bisagras de las puertas suenan descolgadas y desvencijadas.


La vida es como un Cubo de Rubik

>> lunes, 5 de abril de 2010




Me necesito

>> sábado, 13 de marzo de 2010


Siempre he querido un trabajo en el que pudiera ayudar a la gente de una u otra forma, pero no en una consulta o en un despacho, sino algo con más acción y exposición. Sentirme útil, sentir que lo que hago trasciende y no se queda simplemente sobre la mesa de una oficina al final de la jornada o en una papelera. Tener la sensación del deber cumplido y la satisfacción personal de haber tocado con mi mano la vida de alguien de forma positiva.

Pero quizás me preocupaba demasiado no estar a la altura, hacerlo mal, cometer un error que, al igual que lo bueno, trascendiera, así que me quedé a medio camino en responsabilidades. A medio camino de todo, a medio camino de nada. O quizás porque siempre he pensado que algunas cosas están fuera de mi alcance...

De todas formas seguiré haciendo lo que hago lo mejor posible, seguiré tratando de ayudar a la gente en general y a las personas en concreto, aunque sea tratándolas como me gustaría que me trataran a mí. Si todos hiciéramos eso el mundo sería un lugar mejor.

Necesito recuperar algunas viejas costumbres, paisajes, ganas... Recuperar la esencia, recordar cómo me sentía antes de que se automatizaran hasta los sentimientos, concluir asuntos que están pendientes desde hace demasiado tiempo, viajar, salir de aquí, observar desde una perspectiva diferente, poner distancia de por medio... Necesito alejarme de mí para encontrarme porque, al fin y al cabo, me necesito.

Branquiago

>> domingo, 28 de febrero de 2010


¿Quién sería el genio borracho de licor de café que dijo que la lluvia en Santiago era poesía? Alguien que, sin duda, no vive aquí, al que le dedicaría un poético comentario cada día durante cuarenta días con sus cuarenta noches.

Así que ahí iba yo caminando por la calle en la hora libre entre un turno y otro, con mi paraguas y protegiendo mi kebab, mientras mascullaba entre dientes bajo la lluvia y pensaba que Noé tuvo que vivir en Santiago. En lugar de visitas a la ciudad en tren turístico tendrían que hacerlas en un arca. Nuestro reclamo no sería la catedral, sino el arca. El Arca de Branquiago, el orgullo de los branquiagueses.

Y, de repente, cuando creía que ya estaba empapada, un mamonazo pasó con su flamante bólido a más del doble de la velocidad permitida en una zona limitada a veinte, proyectando el agua que anegaba la calzada sobre los peatones que pasaban por allí (o sea, yo). Como si no tuviéramos suficiente con lo que cae del cielo... Ya se sabe que cuanto mayor es la cifra del valor del coche menor es la del cociente intelectual y emocional (por no hablar de medidas físicas...).

Energúmenos como ese son el eslabón perdido en la transformación y diversificación de las especies entre los que salieron del mar y les crecieron patas al retroceder las aguas en estas tierras de diluvio jacobeo y el homo sapiens. Mas bien se quedaron a medio camino, en una mezcla entre vertebrado con aletas (por el volumen craneal) y homo erectus (no precisamente por caminar erguidos).

Y después de imaginarme como la vaca de "Twister" intentando llegar del trabajo a casa después de tanta alerta roja por la ciclogénesis explosiva, parece que ha pasado de largo y tengo que ir a trabajar. Ya parece la gripe A... En fin... Otra vez será.


...

>> domingo, 7 de febrero de 2010

Quizás este espacio nunca debió existir… Quizás tenía que existir… Ya no lo sé… No sé si seguirá existiendo, si finalizará aquí o incluso si desaparecerá completamente. Pase lo que pase ha sido un placer leeros y que me hayáis leído.

Creo que todos hemos tenido momentos en los que nos gustaría romper con todo, empezar de cero, pero no solemos hacerlo, al menos no de forma radical. Para mí es uno de esos momentos. Y no sólo me gustaría darle un cambio a mi vida, sino desaparecer a los ojos del mundo que sabe de mi existencia, borrar cualquier rastro de lo que he sido y de lo que soy porque he caído estrepitosamente. Deberíamos vivir dos veces…

Por suerte o por desgracia no puedo borrar la huella que he dejado en las personas que han pasado por mi vida, no puedo acceder a sus recuerdos como si fuera una carpeta de un disco duro y eliminarla para siempre. Así que supongo que aunque cambiara de nombre, de país, de vida, siempre quedaría algo de mí, en mayor o menor medida, en l@s que me conocen. Me pregunto si logro aportar algo bueno a las personas que me rodean o a mí misma, me pregunto qué pensarán, me pregunto si me recordarán cuando no esté y qué recordarán de mí… Para enseñar, para aportar algo, hay que aprender previamente, hay que hacer algo bien... Y yo no soy maestra de nada.

Quiero romper con todo porque es así como me siento, rota por dentro. Quiero volver a soñar, pero los sueños nunca se hacen realidad.


Malas noticias II

>> martes, 2 de febrero de 2010


Que mi puesto de trabajo se vea amenazado por mentiras no me cabrea... Lo siguiente. Y si a esto le agrego la presión de que despidieran a mi madre la semana pasada y el cuadrante esquizofrénico de este mes, simplemente empiezo a tener brotes misántropos, deseos homicidas y ganas de descabezar a mi jefe, aunque esto último sería algo redundante. Nada serio, vamos... Sólo está en juego mi salud mental y física.

Pero pase lo que pase tengo la conciencia muy tranquila porque sé que he hecho bien mi trabajo y que no me han regalado nada. He hecho incluso más de lo que me tocaba. Pero las injusticias y la ausencia de profesionalidad y confianza en el rigor del trabajo bien hecho matan cualquier intento de conformidad y satisfacción.

Llamada de mi jefe, el 'premio nobel':

-Mi jefe: soy yo, el pesado de siempre...
-Mini: miedo me das... ¿Qué me quieres pedir?
-Mi jefe: necesito que mañana me hagas un favor, que no tengo a nadie más disponible...
-Mini: sí, ya... Como siempre... Qué quieres que te diga a parte de 'no'...
-Mi jefe: bufff... (Silencio)... Estoy intentando pensar...
-Mini: pero eso no quiere decir que lo consigas.


Malas noticias

>> viernes, 29 de enero de 2010

Las malas noticias nada más despertar, no sientan bien... Las malas noticias por la mañana, no sientan bien... Las malas noticias después de comer, no sientan bien... Las malas noticias no sientan bien sea la hora que sea, y si vienen una detrás de otra, menos todavía.

Un cubo de agua, no fría, sino helada, antes incluso de que sonara el despertador y llegara a abrir los ojos hizo que me despejara bruscamente pese a haber tenido entre un turno de trabajo y otro, seis horas para llegar a casa, comer algo, dormir, ducharme, desayunar y salir otra vez con destino a una nueva y apasionante jornada laboral.

Creía que sería un turno tranquilo... Qué ilusa...

Me revientan los personajillos que por tener un puestucho se creen con el derecho y el deber de pasarse las normas por el Arco del Triunfo o la Torre Eiffel escala 1:1000 que se trajeron como souvenir de un fin de semana VIP en París, en donde muy probablemente, fueron la pesadilla del personal del hotel de cinco estrellas en el que se alojaron tratando de reafirmar su supuesto estatus con cada queja o exigencia.

Pero como los cargos, nombres y renombres nunca me han amedrentado y soy también una testaruda innata, no le quedó más remedio que ceder a regañadientes, farfullando y ofreciendo amenazas con la boca pequeña y actitud ofendida. Pobrecillo, si es que soy una desalmada... Seguro que irá en busca de alguna presa que le dé jabón para compensarse emocional y socialmente... Que se resbalara con ese jabón sería justicia poética... Que se hubiera tropezado con su mediocridad cuando se le invitó amablemente a irse y se hubiera dado de morros con mi zapato izquierdo (sí, el izquierdo, que me provoca más placer), habría sido justicia poética. Pero el súper poder de mover objetos no gratos con la mente todavía no lo domino, así que sacó sus barbas del lugar sin más gloria con la suerte de que las miradas todavía no matan, porque lanzar rayos por los ojos también es tarea pendiente. Esto de ser súper héroe es de un cansado... Día y noche de arriba para abajo con ajustados estereotipos y antifaz acaban por provocar roces hasta en el orgullo, oye... Y a mí nadie me da jabón ni crema...

Después de respirar hondo y recordar que tengo asuntos mucho más importantes en los que pensar, me di una tregua y fui a comer. Pero me esperaba otra sorpresita al volver... Lo que faltaba para alegrarme el día, una llamada del cenutrio de mi jefe, que siempre da malas noticias. Y después de hablar con él he llegado a una conclusión: no le llega oxígeno suficiente al cerebro debido a su altura. (Vaya, esto es poco cruel, tendré que esforzarme más, que miles de años de involución siendo arrastradas por la cabellera bien lo merecen... Unga, unga...).

Veamos... Mi jefe 'cabezacuadrada', líder de la tribu de los 'cabezascuadradas' (que no 'las'...), en un intento sobrehumano por escribir bien mi nombre en un cuadrante (esfuerzo inútil después de docenas de cuadrantes, por cierto), sumó dos más dos y decidió llamarme para decirme que eran cuatro. Yo, embargada por la emoción al ver el esfuerzo de mi jefe (el pastor) y oír los balidos de mis compañeros (las ovejas), estuve a punto de alcanzar el nirvana al verme rodeada de analfabetos emocionales que pretenden insultar mi inteligencia vendiéndome un codeo inexistente tras el que se esconde la sistemática asunción de una infundada superioridad de género.

A veces los astros no sólo se alinean, sino que triangulan como un GPS, así que tratando de alejar de mi mente la idea del 'harakiri' laboral, terminé el día volviendo a casa y a las malas noticias, pensando en pasarme por la cabina y decirle al conductor de este planeta que pare la próxima vez que pasemos cerca de Marte, que me bajo allí. Seguro que con los marcianos me va mejor.



Sí, tengo un mal día...