Si vis pacem para bellum

>> jueves, 10 de septiembre de 2009

Cuando trabajas con armas te das cuenta de lo fácil que sería quitar una vida. Te das cuenta de que aunque se utilicen para hacer cumplir una ley, para el bien o un bien más elevado, siempre harán daño. El objetivo puede ser diferente, pero los medios para lograrlo son los mismos y hieren de igual forma. Te das cuenta de que una de las personas que más desea la paz es la que tiene que empuñar un arma para conseguirla. Te das cuenta del triste hecho de que son necesarias porque nosotros las hemos hecho necesarias, y no hay nada más injusto e innecesario. Te das cuenta de lo frío y duro que es el metal y lo cálida y blanda que es la carne.

"La guerra está en nosotros, no es preciso hacer exhibiciones".

Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti. John Donne, Devotions Upon Emergent Occasions.

Pandemónium

>> jueves, 3 de septiembre de 2009

Te he buscado en otras ciudades, en locales atestados, en plazas desiertas, en las sillas vacías de cafeterías, en pequeños rincones, en el silencio, en el murmullo de la gente, en otros cuerpos, en otras camas, en otro tiempo, en otra realidad... Te he buscado y te he esperado tanto que yo misma me he perdido. Creía que hoy ya estarías a mi lado o ya te habría olvidado. Pero sigues en mi alma. Latente, hiriente, ausente...

¿Cómo sentir algo si no te puedo tocar? ¿Cómo alcanzarte si siempre voy un paso por detrás? ¿Cómo explicárselo a los demás si sólo ven que mi pena no es condena, que el olvido a veces es salvación? Quizás la que no ve soy yo...

Han vuelto las hojas secas a las calles, el trasiego de la estoica multitud, el caos armónico de las metrópolis. Las horas sin norte, las noches en blanco y el lecho vacío. Los nervios y desesperación de la espera, las mentiras que buscan atención, la perentoria necesidad de un abrazo que nunca llega, que nunca alcanzo, que no merezco. Las cavilaciones, los sentimientos arcanos y su inherente soledad, la reticencia, la resignación, el apretar los dientes y mirar hacia otro lado. La maldición de anhelar lo prohibido, lo imposible.

Ojalá mañana al despertar el tiempo no hubiera pasado y la inocencia no se hubiera roto y siguiera revoloteando a mi alrededor como un hada brillante. Ojalá tú estuvieras a mi lado sobre la hierba viendo el más hermoso atardecer, fueran tus besos vehemente realidad y esa noche entre las sábanas no tuviera que volver a soñar.