Zoom

>> lunes, 19 de diciembre de 2011



Fue como mirar hacia abajo desde el borde de un rascacielos: la sensación de caída en el estómago. Caer y caer atravesando el vacío, sin nada que modifique la trayectoria, ni siquiera el suelo de hormigón contra el que chocar al final del recorrido. Simplemente el vacío. Ni un antes ni un después, ni pasado ni futuro, ni bueno ni malo, ni viva ni muerta. Mirar hacia abajo y pensar que, en caso de existir, esa podría ser la visión de dios.

Mirar al cielo desde lo alto de un rascacielos, además de redundante, podría ser como entrar en una habitación con el techo tan bajo que impide caminar erguido; pero desde lo alto también se puede mirar hacia arriba, a ese vacío que conecta el infinito y comprender que el mundo no es suficiente frente a un universo, una vida no es suficiente.

Mirar hacia arriba, hacia abajo o al horizonte, más cerca y más lejos, pero más allá; en los cráteres de la Luna, debajo de la cama, en las mareas, en los bolsillos, en las estrellas, en los periódicos... En la visión de conjunto y en el detalle más sutil. Mirar y ver.


Antología

>> sábado, 23 de julio de 2011

Tanto que decir y sin saber cómo hacerlo. Se me atragantan las palabras y la vida, que me hace toser y tragar saliva. Ya no me sirven los dogmas de fe para sedar la mente ni la inercia de la sin razón, pese a que me dejo llevar cada día por ella mientras absolutizo el futuro para huir del absurdo existencial. Tengo la impresión de que he llegado a un punto de inflexión que hace que intente no aplazar mi conciencia, pero al mismo tiempo siento que todo lo que hago lo hago para nada, que todo lo que quiero pronto desaparecerá.

Tal vez sea la crisis de los treinta que estoy a punto de cumplir o tal vez sea que, no es que haya olvidado mis sueños, sino que los utilizo para rellenar la realidad vacía. El inconveniente es que tienen la misma consistencia y duración que una pompa de jabón.

Dónde están los veranos con olor a hierba y a ciudad al atardecer, las noches en la ventana colgando y acicalando estrellas, las mañanas deseadas y sin despertador. Pasan las horas sin gloria, rotan las sombras bajo el sol, las estrellas se descuelgan del techo de mi habitación.


Víricamente humanos

>> jueves, 2 de junio de 2011

Aquí os dejo un documental que considero de obligada visión: The Cove. Parafraseando a Matrix: el ser humano es un virus. Yo no lo habría dicho mejor, porque desde que el ser humano apareció sobre la faz de la Tierra, lo que ha hecho ha sido conquistar y destruir. ¿Cómo reacciona un organismo ante un virus? Tal vez este planeta debería hacer lo mismo...




Oleadas

>> miércoles, 6 de abril de 2011


Oleadas. De pensamientos, de emociones. En un minuto un rayo de sol rebota en la pantalla del ordenador y recuerdo tardes de primavera con la sensación de tener una vida por delante y un mundo para mí, y al minuto siguiente me veo observando y juzgando mi vida desde la última roca de la última porción de tierra del mundo como si ya se hubiera agotado toda «bioposibilidad», con un nudo en la garganta y en el corazón.

Ahora que empezaba a hacer algunas cosas bien, me enfrento a los daños colaterales y al efecto mariposa de mi estupidez en el pasado. Las consecuencias de los actos y aprendizaje vital, supongo. Suceda lo que suceda con el problema al que me enfrento, al menos he aprendido algunas cosas.


Prehistoria

>> lunes, 14 de marzo de 2011


Hace unos días se me ocurrió pedirles a mis padres sus fotos antiguas para escanear algunas y hacer una especie de carpeta genealógica. Después de hacerles revolver cajones y buscar en rincones, no encontramos una de las que buscaba. Y con tanto recuerdo gráfico en escala de grises, creo que mi padre empezó a verlo todo sin colores y a preguntarse por qué y para qué guardaba todas esas fotos porque, al fin y al cabo, la relación con los miembros vivos de su familia no es muy cordial, así que decidió destruirlas.

Cogí su caja, cogí la caja de mi madre y junté todas las fotos en una única caja que ahora guardo yo. Pensé que si las guardaban es porque son importantes o lo habían sido, y aunque ya sólo las miren de década en década, forman parte de su historia, y su historia es mi prehistoria.

Hay un proverbio árabe que dice: «Juzga al árbol por sus frutos, no por sus raíces». Cierto, pero también es cierto que yo no sería como soy si no me hubieran educado como lo han hecho, si no hubiera vivido lo que he vivido, así que mis raíces también son importantes.

Lo que me sorprende de todo esto es que nunca he sido muy propensa a guardar fotografías ni a colocarlas en marcos, de hecho no tengo ninguna en mi habitación ni en las zonas de la casa que suelo «decorar», y de pronto, tengo una caja llena. Antes, si la relación con mi familia, pareja o amig@s terminaba mal o no era buena, los recuerdos solían acabar en la basura. Parecía más fácil romper así el vínculo emocional. Pero con el tiempo aprendí a aprender tanto de lo bueno como de lo malo y a no contaminar los buenos momentos vividos por un mal desenlace. Es mi historia. Así que ahora, aunque todavía someto a criba y hago limpieza de vez en cuando, ya no destruyo recuerdos tangibles. Quizás estoy madurando (al fin)...


Time-lapse

>> sábado, 26 de febrero de 2011

Me gusta el color de las fachadas de los edificios con el sol del atardecer; me gusta acceder a mi memoria e ir a otros momentos pasados en el mismo lugar para volver a sentir lo que sentí ante el paisaje que tengo delante de mis ojos. Es un viaje mental en el tiempo.

Hay cosas que encajan, que siento que tienen que ser así porque no podrían ser de otra forma y transcurren sin fricción; una especie de perfección sin proporción áurea. Hay cosas que rozan y desgastan la superficie sobre la que se mueven, como un trozo de lija de grano fino puliendo imperfecciones y asperezas en la madera; este caso implica acción para lograr un resultado. Y hay muchas cosas que no dependen de mí, que haga lo haga no puedo moverlas o modificar su trayectoria, como la órbita de los planetas o las mareas; por ahora no soy un agujero negro para atraer hacia mí todo lo que me rodea.

Llevo meses preguntándome cuál es la forma correcta de actuar ante algunas personas y situaciones, cuál es el comportamiento más racional, educado, justo… y mientras me perdía en bucles emocionales, los demás seguían con sus vidas, pero yo no. He pasado por todos y cada uno de los días de los últimos años, pero de puntillas y con prisa, deseando que fuera mañana, y casi sin darme cuenta, estoy aquí, como una secuencia de video acelerada. Cuando intenté estar ahí, no parecía posible mantenerlo, y ahora que he dejado que los sucesos fluyan, tampoco parece posible. Lo he intentado, sé que lo he hecho, pero ya no me apetece seguir intentándolo y, por una vez, voy a ser egoísta con conocimiento e intención, me voy a retirar a mi campo conceptual a comer nueces con pasas y nata y hablar conmigo misma, no con dios. Si alguien quiere algo, sólo tiene que pedirlo.

Después de muchas vueltas en la cama, en mi cabeza y de tuerca hasta pasarme de rosca, y con la desidia y el cuestionamiento permanente instalados en mi estado de ánimo, he llegado a una conclusión: no voy a intentar cambiar el cauce de un río con una caja de palillos.




Lo bueno si breve...

>> jueves, 24 de febrero de 2011


Simplemente un corto precioso.

Scrabble

>> miércoles, 9 de febrero de 2011


Lo intento, pero no consigo escribir. Y lo sigo intentando porque necesito escribir. Necesito ordenar mis pensamientos sobre una hoja de papel. Como una lista con los objetos que me voy a llevar en la maleta al salir de viaje o como jugar al Scrabble. Quizás así me resulte más fácil entenderlos, entenderme, y pueda actuar en consecuencia. Así que voy a ir poco a poco, aunque tarde una semana en terminar esta entrada.

Soy muy dada a hacer listas: listas de tareas pendientes, de compras pendientes, de objetivos pendientes… siempre pendiente. A veces creo que no he acabado nada en mi vida, porque, ahora que lo pienso, no tengo ninguna lista de tareas completadas u objetivos alcanzados. Pero puede que sea porque tengo la sensación de no haber hecho nada. Pese a eso, sé que he conseguido y superado muchas dificultades y metas, aunque para mí no sean suficientes.

Intento mejorar, pero al finalizar cada día, palpo el fracaso en lo que poseo. Sigo perdiendo la paciencia fácilmente con quien menos lo merece, sigo ilusionándome con fantasías, sigo dejando abierto el grifo cuando me lavo los dientes, sigo inventando una vida alternativa cuando me hacen una pregunta sobre mí que no quiero responder, al menos no con la verdad, en lugar de asumir mi pasado o decirle al interesado o interesada que no es de su incumbencia, sigo lamentando y esperando en lugar de lamentando y actuando, sigo en gerundio, no en participio…

Soy consciente de que poco a poco me he ido alejando del mundo, de las personas que solía ver, de mis amig@s. Ya sólo trabajo o me relaciono con gente del trabajo, el resto es virtual; y si no estoy trabajando estoy dibujando, escribiendo, leyendo o viendo series y películas. Normalmente el impedimento es siempre mi complicado horario, pero debo admitir que ya ni siquiera intento quedar con alguien en los días libres. Cuando pienso en hacerlo siempre llego a la misma conclusión: ¿para qué? Si probablemente no volveré a verles en varios meses… Porque, como he dicho en una de mis entradas recientes, no formo parte del día a día de nadie (y al decir esto me doy cuenta de que nunca menciono ni incluyo a las personas más importantes de mi vida, las que más me han dado y las que más merecen: mis padres. Formo parte de sus vidas y ellos de la mía, pero aquí hablo de otras relaciones). Me resulta también mucho más fácil relacionarme con personas que me conocen poco, porque es como si al saber poco de mí me sintiera menos fracasada. No tengo que dar explicaciones ni ver lo bien que parecen ir sus vidas (aunque me alegre). Ahora no necesito eso.

Puede que mi comportamiento no sea justo con quienes se preocupan por mí, pero ahora lo único que me apetece es alejarme del mundo, al menos del que conozco, para intentar volver a él y sentirme parte de él en cierto modo. Aunque no del todo, que nunca he sido una oveja (por suerte para mis procesos de pensamiento y por desgracia para mi habilidad de integración… aunque viendo el panorama… prefiero no integrarme nunca).

Me he pasado la vida pidiendo permiso y perdón, pensando que no tengo derecho, y cuando me otorgan alguno, me siento como si me hubieran regalado un lápiz nuevo (sé que alguien entenderá esta expresión…). Lo bueno de conocer un poco más a personas nuevas son las sorpresas gratas que me han dado algunas. Porque tengo la suerte de seguir descubriendo a personas maravillosas.

No dejo de pensar en esta frase: cambiar por dentro para cambiar el mundo. Quizás he cambiado por dentro más de lo que creía y necesito cambiar también mi mundo exterior...


Sin palabras

>> domingo, 30 de enero de 2011

Últimamente no me salen las palabras, así que me expreso en imágenes:




Sinfonía cósmico-nocturna

>> miércoles, 19 de enero de 2011


Otra noche más de trabajo, otra mañana más de regreso a casa para descansar, el mismo paso de peatones, el mismo chico que reparte periódicos gratuitos con el impermeable publicitario al que ninguno de los pocos transeúntes que por allí pasan a esa hora le acepta el diario que le ofrece. Y otra vez le extiendo la mano para que me dé un periódico que nunca leo (ni ese ni ninguno, como mucho los pasatiempos). Creo que deberíamos hacer el trabajo de otros al menos un día para conocer sus dificultades y ser más comprensivos.

Las dos últimas semanas han sido un poco extrañas, poco he visto la luz del día; voy al trabajo después de que anochezca y vuelvo a casa por la mañana con el crepúsculo; tengo la impresión de haber soñado todos estos días o que el mundo hubiera estado dormido; pero sé que la que va al revés soy yo, como siempre, como en todo.

Recuerdo que una de esas noches, de camino al trabajo con el mp3, mientras cruzaba una calle y miraba al suelo para no tropezar con una de tantas baldosas sueltas, tuve uno de esos flashes o visiones de algo que nunca he vivido. Sólo sé que soy yo en algún momento de un futuro en un lugar en el que siempre he deseado estar. Es como una de esas escenas a cámara lenta en una película y, de repente, tengo la sensación de llevar la inmensidad del universo dentro de mí. Y aunque todo parezca tan distante como el futuro, tan sólido como un sueño después de hacer la cama y esté fuera de mi alcance, mientras camino y suena la música, lo comprendo, lo creo y lo completo. Poco importa en ese instante el mundo exterior: las baldosas rotas que escupen agua cuando las pisas y te mojan aunque ya no llueva, los horarios intempestivos que han terminado con mi vida social, la cronología de la ausencia... En ese instante no estoy ahí, estoy en todo lo agradable: una tarde de tormenta bajo una manta en el sofá, mi canción favorita, tarta de chocolate y nata, un beso, la luna llena... Estoy dentro de la palabra universo y después de los dos puntos, en su significado y definición.


Yo 2.0

>> lunes, 17 de enero de 2011


Tengo que dejar a un lado algunas cosas y a algunas personas. Tengo que seguir adelante con lo que tengo, con lo que puedo, no voy a obligar a nadie a acompañarme y tampoco voy a seguir a nadie. Lo he intentado, pero ya no quiero hacerlo.

Supongo que es difícil entre caóticos horarios, grupos impares y distancias insalvables, así que voy a hacer algo que sé hacer muy bien: estar sola. No es autocompasión, es elección.


Mordaza y grilletes

>> lunes, 10 de enero de 2011


Hoy me he roto un poco más, igual que todos los días desde hace un tiempo, cada día un poco más. No sé si me siento así porque todo se tambalea o soy yo la que se tambalea y lo proyecta al exterior. No sé hasta cuándo aguantará la estructura. Angry Birds lo define muy bien.

Las palabras pesan, pesan como enormes bolas de nieve que se van haciendo más grandes a medida que las empujas. ¿Me sentiría mejor si en lugar de empujar esa bola cuesta arriba lo hiciera montaña abajo y la lanzara sin preocuparme de a quién se lleva por delante, aunque me llevara con ella? Supongo que le doy demasiadas vueltas, a la bola de nieve y a las palabras, como para soltarlas sin más…

Hay días en los que no puedo estar con nadie, ni siquiera conmigo misma, pero no puedo huir de mí. No me preocupa estar sola, lo que me preocupa es no ser capaz de hacerme compañía. Antes funcionaban los maratones de series, pero ya no; antes funcionaba la satisfacción del trabajo bien hecho, pero ya no sé si lo hago bien. Antes, antes… antes y después… después de todo ese antes, ahora, sólo me apetece pensar en que quizá después estaré mejor. Ya sé que para conseguir eso tengo que actuar. ¿Qué voy a hacer con mi vida? Buena pregunta. No lo sé. Ahora mismo, sobrevivir, quizá después vivir. Por suerte o por desgracia sigo teniendo la ingenua idea de que haré algo que me llene, algún día. Sigo teniendo la ingenua idea de que hay un lugar para mí, un cometido, una razón; un reino conceptual alojado en mi interior que quizá conquiste y gobierne algún día. Tiene que ser algo similar a resolver un Cubo de Rubik, aunque añadiéndole la dimensión emocional no visible, en lugar de la temporal del hipercubo. La vida es como un hipercubo, un hipercubo de Rubik.

Hace algunos días llegué a casa después de una de esas noches que me gustaría extender hasta los límites del tiempo, una de esas noches en las que me quedo muy quieta, como si eso detuviera también el tiempo, por temor a que un movimiento brusco ahuyente a las horas y a la oscuridad y con ellas huya mi alma en busca del ayer en el hoy. En esos momentos los sentimientos, buenos y malos, se amplifican, como si fuera una visión en 3D de cada pixel emocional. El dolor se enquista y utiliza su memoria celular para recordarme el daño que nos hemos hecho mutuamente. Pero también sucede que la voluptuosidad deja paso a un electrocardiograma plano, sin latido, sin acción ni reacción ante nada, lineal, indiferente y apático.

Así es como me siento la mayor parte del tiempo: con la vida adormecida, en espera, ausente. Intentando gritar con una mordaza en la boca y acariciar con las manos engrilletadas a la espalda.