Time-lapse

>> sábado, 26 de febrero de 2011

Me gusta el color de las fachadas de los edificios con el sol del atardecer; me gusta acceder a mi memoria e ir a otros momentos pasados en el mismo lugar para volver a sentir lo que sentí ante el paisaje que tengo delante de mis ojos. Es un viaje mental en el tiempo.

Hay cosas que encajan, que siento que tienen que ser así porque no podrían ser de otra forma y transcurren sin fricción; una especie de perfección sin proporción áurea. Hay cosas que rozan y desgastan la superficie sobre la que se mueven, como un trozo de lija de grano fino puliendo imperfecciones y asperezas en la madera; este caso implica acción para lograr un resultado. Y hay muchas cosas que no dependen de mí, que haga lo haga no puedo moverlas o modificar su trayectoria, como la órbita de los planetas o las mareas; por ahora no soy un agujero negro para atraer hacia mí todo lo que me rodea.

Llevo meses preguntándome cuál es la forma correcta de actuar ante algunas personas y situaciones, cuál es el comportamiento más racional, educado, justo… y mientras me perdía en bucles emocionales, los demás seguían con sus vidas, pero yo no. He pasado por todos y cada uno de los días de los últimos años, pero de puntillas y con prisa, deseando que fuera mañana, y casi sin darme cuenta, estoy aquí, como una secuencia de video acelerada. Cuando intenté estar ahí, no parecía posible mantenerlo, y ahora que he dejado que los sucesos fluyan, tampoco parece posible. Lo he intentado, sé que lo he hecho, pero ya no me apetece seguir intentándolo y, por una vez, voy a ser egoísta con conocimiento e intención, me voy a retirar a mi campo conceptual a comer nueces con pasas y nata y hablar conmigo misma, no con dios. Si alguien quiere algo, sólo tiene que pedirlo.

Después de muchas vueltas en la cama, en mi cabeza y de tuerca hasta pasarme de rosca, y con la desidia y el cuestionamiento permanente instalados en mi estado de ánimo, he llegado a una conclusión: no voy a intentar cambiar el cauce de un río con una caja de palillos.




Lo bueno si breve...

>> jueves, 24 de febrero de 2011


Simplemente un corto precioso.

Scrabble

>> miércoles, 9 de febrero de 2011


Lo intento, pero no consigo escribir. Y lo sigo intentando porque necesito escribir. Necesito ordenar mis pensamientos sobre una hoja de papel. Como una lista con los objetos que me voy a llevar en la maleta al salir de viaje o como jugar al Scrabble. Quizás así me resulte más fácil entenderlos, entenderme, y pueda actuar en consecuencia. Así que voy a ir poco a poco, aunque tarde una semana en terminar esta entrada.

Soy muy dada a hacer listas: listas de tareas pendientes, de compras pendientes, de objetivos pendientes… siempre pendiente. A veces creo que no he acabado nada en mi vida, porque, ahora que lo pienso, no tengo ninguna lista de tareas completadas u objetivos alcanzados. Pero puede que sea porque tengo la sensación de no haber hecho nada. Pese a eso, sé que he conseguido y superado muchas dificultades y metas, aunque para mí no sean suficientes.

Intento mejorar, pero al finalizar cada día, palpo el fracaso en lo que poseo. Sigo perdiendo la paciencia fácilmente con quien menos lo merece, sigo ilusionándome con fantasías, sigo dejando abierto el grifo cuando me lavo los dientes, sigo inventando una vida alternativa cuando me hacen una pregunta sobre mí que no quiero responder, al menos no con la verdad, en lugar de asumir mi pasado o decirle al interesado o interesada que no es de su incumbencia, sigo lamentando y esperando en lugar de lamentando y actuando, sigo en gerundio, no en participio…

Soy consciente de que poco a poco me he ido alejando del mundo, de las personas que solía ver, de mis amig@s. Ya sólo trabajo o me relaciono con gente del trabajo, el resto es virtual; y si no estoy trabajando estoy dibujando, escribiendo, leyendo o viendo series y películas. Normalmente el impedimento es siempre mi complicado horario, pero debo admitir que ya ni siquiera intento quedar con alguien en los días libres. Cuando pienso en hacerlo siempre llego a la misma conclusión: ¿para qué? Si probablemente no volveré a verles en varios meses… Porque, como he dicho en una de mis entradas recientes, no formo parte del día a día de nadie (y al decir esto me doy cuenta de que nunca menciono ni incluyo a las personas más importantes de mi vida, las que más me han dado y las que más merecen: mis padres. Formo parte de sus vidas y ellos de la mía, pero aquí hablo de otras relaciones). Me resulta también mucho más fácil relacionarme con personas que me conocen poco, porque es como si al saber poco de mí me sintiera menos fracasada. No tengo que dar explicaciones ni ver lo bien que parecen ir sus vidas (aunque me alegre). Ahora no necesito eso.

Puede que mi comportamiento no sea justo con quienes se preocupan por mí, pero ahora lo único que me apetece es alejarme del mundo, al menos del que conozco, para intentar volver a él y sentirme parte de él en cierto modo. Aunque no del todo, que nunca he sido una oveja (por suerte para mis procesos de pensamiento y por desgracia para mi habilidad de integración… aunque viendo el panorama… prefiero no integrarme nunca).

Me he pasado la vida pidiendo permiso y perdón, pensando que no tengo derecho, y cuando me otorgan alguno, me siento como si me hubieran regalado un lápiz nuevo (sé que alguien entenderá esta expresión…). Lo bueno de conocer un poco más a personas nuevas son las sorpresas gratas que me han dado algunas. Porque tengo la suerte de seguir descubriendo a personas maravillosas.

No dejo de pensar en esta frase: cambiar por dentro para cambiar el mundo. Quizás he cambiado por dentro más de lo que creía y necesito cambiar también mi mundo exterior...