Sin monedas para Caronte

>> lunes, 16 de noviembre de 2009


Quizá me colé en una época y en una dimensión que no me correspondía... Todos me miraban, la interminable fila que esperaba su turno se fue girando a mi paso. Murmuraban y gesticulaban, pero ninguno se atrevió a dirigirse a mí ni a impedirme el avance. Mis ojos seguían clavados en el suelo mientras caminaba, pero era consciente de todo lo que sucedía a mi alrededor. La niebla se hizo más espesa, estaba cerca de la orilla; al levantar la vista vi el reflejo apagado y turbio del río. Me detuve justo en el borde, donde el agua comenzaba a mojar la tierra. No era mi turno y el que encabezaba la espera me miró con gesto adusto intentando replicar sin palabras; le devolví la mirada sin preocuparme que toda la muchedumbre que ocupaba la ribera se sublevara y bajó la suya con temor y resignación. Una silueta sombría y enjuta se acercó lentamente hasta mí sobre una barca del mismo porte.

-Tu dinero no sirve aquí, este no es tu lugar -dijo.

-No estoy muerta y no estoy viva... ¿Dónde se supone que debo estar? Llévame al otro lado del río, tengo que cruzar. Te pagaré el barcaje que me pidas.

-Aunque no queden almas para cruzar, aunque esperes toda la eternidad, no cruzarás este río.

Intenté subir a la barca sin el permiso necesario y un enorme golpe en la cara me desplazó varios metros hacia atrás. Me incorporé aturdida pero dispuesta a contraatacar, pero el sabor de la sangre me hizo escupir y llevarme la mano a la boca para comprobar que era mía.

-Los muertos no sangran. Vuelve a tu mundo -sentenció.

Era evidente que por la fuerza no podría cruzar, y ahora tampoco lo haría con argumentos. Me levanté sin dejar de mirar la sangre que había quedado en mis manos y me alejé tal y como había llegado hasta allí. Si ese no era mi sitio, ¿cuál lo era? Tendría que seguir buscando.


Cómo hablar...

>> jueves, 12 de noviembre de 2009


Llevo tanto tiempo ocultando, evitando, callando... Que ya no sé hablar. ¿Cómo convertir lo importante en trivial? ¿Cómo desculpabilizar y desmontar sentimientos? Si sigo fingiendo, no podré crear nada propio y auténtico, seré siempre un fraude. Si sigo persiguiendo un sueño imposible, no despertaré nunca. Si sigo aferrándome a lo que no tengo, perderé lo que poseo. Si sigo esperando a quien no llega, el resto pasará de largo. Si sigo siendo quien no soy, seguiré siendo vulnerable.

Llevo tanto tiempo bordeando mis límites que cualquier pequeña alteración hace que sobrepase la distancia de seguridad y salte fuera de la línea que delimita mi espacio controlado. Pero no puedo abrirme el pecho o la cabeza y arrancarme las emociones o los órganos que les ofrecen un eco visceral. No puedo posar mis manos sobre alguien y absorber a través de mis dedos su conocimiento, ni traspasarle el mío, ni hacerle sentir lo que siento para que me entienda. No puedo correr cuando todavía no sé caminar sin caerme. No puedo confesarme si no me arrepiento de mis pecados. No puedo olvidar sin nuevas experiencias que recordar.

Un día más estaré aquí esperando. Esperándome a mí misma.

Ø = {}

>> viernes, 6 de noviembre de 2009


Apagué el motor; el parabrisas se anegó en un segundo. Salí del coche y dejé que la lluvia me empapara mientras caminaba. Llevaba el paraguas en la mano y quizás resultara un acto estúpido no utilizarlo, pero prefería sentir las gotas de agua. Había enfriado, podía notarlo en mis manos, que conservaban su temperatura cadavérica desde el inicio del otoño hasta bien entrada la primavera -ni siquiera en verano variaba demasiado-. Los recuerdos se alejaron de mí, dejaron de influir, me centré únicamente en la cortina de agua que atravesaba con cada paso, pensando en el futuro, en lo que habría tras ella, en cuándo tendría lo que ahora me oponía resistencia. Era sólo agua, pero me desinfectaba, se llevaba la polución y los excesos de producción de la materia gris hasta la primera alcantarilla que el torrente encontraba a su paso. Pero la lluvia cesó y esa poética liberación y purificación también.

Sentí que el mundo no era suficiente, ni la vida, ni yo misma, que sólo era una pieza más que no completaba ningún puzle, que no completaba a nadie, ni siquiera a mí misma. Formo parte de un todo y a veces me siento totalmente desligada del conjunto: un conjunto vacío, un conjunto de vacíos, de nada, de esa nada que es algo en sí misma, que lo es todo.

Et lux in tenebris lucet

>> domingo, 1 de noviembre de 2009


Abrí mi mano y una esfera brillante surgió y permaneció flotando sobre ella. La recogí de nuevo y la lancé contra el suelo con todas mis fuerzas. Una explosión de luz bañó todos los recovecos convirtiendo la noche en día. La luz brilló en las tinieblas para luego extinguirse como una vela que se apaga.

Me desplomé sobre la cama, débil, como si toda esa energía liberada hubiese salido de mí. Pensé que el motivo estaría sujeto a los enigmas de mi subconsciente, que empezaban a pasar factura. La estancia comenzó a dar vueltas y a llenarse de diminutos puntos negros que se hacían cada vez más numerosos, hasta convertirse en una nube oscura. Era el momento de volver, de regresar a ese lugar dentro de mi mente en el que empezó todo. Tal vez ahora lograra entender muchas cosas... Empezaron a zumbarme los oídos, los latidos de mi corazón y mis movimientos se ralentizaron e hicieron más pesados y, durante lo que me pareció sólo un segundo, todo dentro y fuera de mí se detuvo: el corazón dejó de latir, la sangre dejó de fluir, el aire permaneció inmóvil en los pulmones, los sonidos cesaron, el viento dejó de soplar... Había regresado. Siempre tenía esa sensación de paro total e inmunidad cuando lo hacía, era una especie de prerrogativa que había conseguido. Pero a qué precio...

El viaje de vuelta era devastador, de hecho el único momento agradable era ese estado de duermevela a medio camino entre los dos bandos de mi mente: protagonista y antagonista. Pero era ahora o nunca. Debía escoger entre mis sueños y mi realidad, no podía quedarme en el centro observándolo todo sin acción ni reacción, sin emociones... O con ellas, pero apretándoles el cuello para que no hablaran hasta volverse taciturnos impulsos.

La luz primaria se había convertido en fuego fatuo. Quería abrir los ojos e iluminar las tinieblas, pero sólo lograba secciones entrecortadas y heterogéneas entre bostezo y bostezo mientras la vida se me iba escapando.