Sin palabras

>> domingo, 30 de enero de 2011

Últimamente no me salen las palabras, así que me expreso en imágenes:




Sinfonía cósmico-nocturna

>> miércoles, 19 de enero de 2011


Otra noche más de trabajo, otra mañana más de regreso a casa para descansar, el mismo paso de peatones, el mismo chico que reparte periódicos gratuitos con el impermeable publicitario al que ninguno de los pocos transeúntes que por allí pasan a esa hora le acepta el diario que le ofrece. Y otra vez le extiendo la mano para que me dé un periódico que nunca leo (ni ese ni ninguno, como mucho los pasatiempos). Creo que deberíamos hacer el trabajo de otros al menos un día para conocer sus dificultades y ser más comprensivos.

Las dos últimas semanas han sido un poco extrañas, poco he visto la luz del día; voy al trabajo después de que anochezca y vuelvo a casa por la mañana con el crepúsculo; tengo la impresión de haber soñado todos estos días o que el mundo hubiera estado dormido; pero sé que la que va al revés soy yo, como siempre, como en todo.

Recuerdo que una de esas noches, de camino al trabajo con el mp3, mientras cruzaba una calle y miraba al suelo para no tropezar con una de tantas baldosas sueltas, tuve uno de esos flashes o visiones de algo que nunca he vivido. Sólo sé que soy yo en algún momento de un futuro en un lugar en el que siempre he deseado estar. Es como una de esas escenas a cámara lenta en una película y, de repente, tengo la sensación de llevar la inmensidad del universo dentro de mí. Y aunque todo parezca tan distante como el futuro, tan sólido como un sueño después de hacer la cama y esté fuera de mi alcance, mientras camino y suena la música, lo comprendo, lo creo y lo completo. Poco importa en ese instante el mundo exterior: las baldosas rotas que escupen agua cuando las pisas y te mojan aunque ya no llueva, los horarios intempestivos que han terminado con mi vida social, la cronología de la ausencia... En ese instante no estoy ahí, estoy en todo lo agradable: una tarde de tormenta bajo una manta en el sofá, mi canción favorita, tarta de chocolate y nata, un beso, la luna llena... Estoy dentro de la palabra universo y después de los dos puntos, en su significado y definición.


Yo 2.0

>> lunes, 17 de enero de 2011


Tengo que dejar a un lado algunas cosas y a algunas personas. Tengo que seguir adelante con lo que tengo, con lo que puedo, no voy a obligar a nadie a acompañarme y tampoco voy a seguir a nadie. Lo he intentado, pero ya no quiero hacerlo.

Supongo que es difícil entre caóticos horarios, grupos impares y distancias insalvables, así que voy a hacer algo que sé hacer muy bien: estar sola. No es autocompasión, es elección.


Mordaza y grilletes

>> lunes, 10 de enero de 2011


Hoy me he roto un poco más, igual que todos los días desde hace un tiempo, cada día un poco más. No sé si me siento así porque todo se tambalea o soy yo la que se tambalea y lo proyecta al exterior. No sé hasta cuándo aguantará la estructura. Angry Birds lo define muy bien.

Las palabras pesan, pesan como enormes bolas de nieve que se van haciendo más grandes a medida que las empujas. ¿Me sentiría mejor si en lugar de empujar esa bola cuesta arriba lo hiciera montaña abajo y la lanzara sin preocuparme de a quién se lleva por delante, aunque me llevara con ella? Supongo que le doy demasiadas vueltas, a la bola de nieve y a las palabras, como para soltarlas sin más…

Hay días en los que no puedo estar con nadie, ni siquiera conmigo misma, pero no puedo huir de mí. No me preocupa estar sola, lo que me preocupa es no ser capaz de hacerme compañía. Antes funcionaban los maratones de series, pero ya no; antes funcionaba la satisfacción del trabajo bien hecho, pero ya no sé si lo hago bien. Antes, antes… antes y después… después de todo ese antes, ahora, sólo me apetece pensar en que quizá después estaré mejor. Ya sé que para conseguir eso tengo que actuar. ¿Qué voy a hacer con mi vida? Buena pregunta. No lo sé. Ahora mismo, sobrevivir, quizá después vivir. Por suerte o por desgracia sigo teniendo la ingenua idea de que haré algo que me llene, algún día. Sigo teniendo la ingenua idea de que hay un lugar para mí, un cometido, una razón; un reino conceptual alojado en mi interior que quizá conquiste y gobierne algún día. Tiene que ser algo similar a resolver un Cubo de Rubik, aunque añadiéndole la dimensión emocional no visible, en lugar de la temporal del hipercubo. La vida es como un hipercubo, un hipercubo de Rubik.

Hace algunos días llegué a casa después de una de esas noches que me gustaría extender hasta los límites del tiempo, una de esas noches en las que me quedo muy quieta, como si eso detuviera también el tiempo, por temor a que un movimiento brusco ahuyente a las horas y a la oscuridad y con ellas huya mi alma en busca del ayer en el hoy. En esos momentos los sentimientos, buenos y malos, se amplifican, como si fuera una visión en 3D de cada pixel emocional. El dolor se enquista y utiliza su memoria celular para recordarme el daño que nos hemos hecho mutuamente. Pero también sucede que la voluptuosidad deja paso a un electrocardiograma plano, sin latido, sin acción ni reacción ante nada, lineal, indiferente y apático.

Así es como me siento la mayor parte del tiempo: con la vida adormecida, en espera, ausente. Intentando gritar con una mordaza en la boca y acariciar con las manos engrilletadas a la espalda.