Turno de noche

>> sábado, 23 de mayo de 2009

Llegué al trabajo, como siempre, diez o quince minutos antes para cambiarme y recibir novedades. De nuevo horario nocturno, ya lo echaba de menos. Soy un poco murciélago.

Saludé a los de siempre.

-¡Hola! ¿Te ha tocado otra vez? Que bien. Bueno, con calma, ¿no? Aquí ya lo tienes todo bajo control...

Cogí la llave maestra y me dirigí al vestuario. Abrí la taquilla. Además del uniforme había un bote de café soluble por la mitad y una taza que dejé la última temporada nocturna.

Empecé el turno. Charlé un rato con el personal de tarde, que estaba a punto de terminar.

(Trabajando soy sorprendentemente sociable, no me cuesta entablar conversación. Serán los superpoderes que me otorga el uniforme que, aunque suene a marcianada, empiezo a creer que es así. Incluso en los peores momentos dejo los problemas colgados en la taquilla con mi ropa).

La única pega es que no estaba mi compañera habitual. Ella lo hacía fácil.

Había poca gente, parecía que iba a ser una noche muy tranquila... Sí, lo parecía, sólo lo parecía... Tenía la impresión de que algo iba a suceder y no me equivoqué. Por lo menos siempre es agradable y reconfortante poder ayudar a otra persona...

El camino a casa se me hizo pesado e incómodo, las calles estaban atestadas de madrugada. Al llegar preparé algo caliente. No había podido cenar debido a las incidencias. Me quedé un rato en la cocina para repasar el día, como solía hacer con este horario. Pero un recuerdo que no pertenecía al día que para mí terminaba y que para la gran mayoría estaba a punto de empezar, me sacó de la rutina.

Un beso, el recuerdo de un beso. Que oportuno. Parece que aun no te he olvidado. Es más fácil negarlo con el ruido y el trajín del día que con el silencio y la desnudez de la noche.

No te he olvidado, pero ya no te espero.

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