Réquiem por un ángel caído

>> miércoles, 20 de mayo de 2009

La conocí hace varios años una noche con demasiado alcohol y ausente mesura. Era una chica inteligente, humilde y educada que siempre sonreía a la que se le quedó grande crecer y pequeña la ropa.

La vi vagar por calles y locales a horas poco afortunadas buscando en las sillas vacías de las barras de los bares a alguien que le ofreciera un whisky barato y un cigarro o a alguien que lo aceptara y le regalara un gesto cariñoso y una palabra amable. Pero la gente a la que atraía siempre quería cobrar esos detalles y ella tenía un problema, no sabía decir "NO" ni a la gente ni al alcohol.

Compartimos innumerables noches y días de resaca. Me contó sus sueños, eran parecidos a los míos. Me enseñó su cuerpo, lleno de cicatrices y recuerdos funestos. Era el mapa de su alma.

Una de esas noches conoció a un chico que bebía demasiado, pero no le pidió nada a cambio. Ella le dió lo que menos le importaba, su cuerpo, intentó quererlo y lo quiso, pero no supo amarlo.

Durante un tiempo le perdí la pista. Pensé que quizás al fin había encontrado ropa de su talla. Pero lo que hizo fue correr detrás de un espejismo en una ciudad extraña. Regresó con la misma ropa hecha jirones convertida en tiempo pasado.

La semana pasada, de madrugada, la encontré sentada en un banco, llorando. Había bebido y venía de la cama de algún extraño. Intenté ayudarla pero dijo que la olvidara, que ella misma lo había buscado y ya estaba condenada, no había cura para su enfermedad.

Se me empañaron los ojos, me levanté y seguí mi camino sin mirar atrás. Oí un aleteo y alcé la vista. Sólo vi una pluma que descendió hasta caer delante de mis pies.


2 Leitmotivaciones:

Any_Porter 21/5/09 13:09  

Pero no lo fuiste... Ni lo eres... Ni lo serás.

Un beso, pequeña.

Anónimo 21/5/09 15:43  
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