Pandemónium

>> jueves, 3 de septiembre de 2009

Te he buscado en otras ciudades, en locales atestados, en plazas desiertas, en las sillas vacías de cafeterías, en pequeños rincones, en el silencio, en el murmullo de la gente, en otros cuerpos, en otras camas, en otro tiempo, en otra realidad... Te he buscado y te he esperado tanto que yo misma me he perdido. Creía que hoy ya estarías a mi lado o ya te habría olvidado. Pero sigues en mi alma. Latente, hiriente, ausente...

¿Cómo sentir algo si no te puedo tocar? ¿Cómo alcanzarte si siempre voy un paso por detrás? ¿Cómo explicárselo a los demás si sólo ven que mi pena no es condena, que el olvido a veces es salvación? Quizás la que no ve soy yo...

Han vuelto las hojas secas a las calles, el trasiego de la estoica multitud, el caos armónico de las metrópolis. Las horas sin norte, las noches en blanco y el lecho vacío. Los nervios y desesperación de la espera, las mentiras que buscan atención, la perentoria necesidad de un abrazo que nunca llega, que nunca alcanzo, que no merezco. Las cavilaciones, los sentimientos arcanos y su inherente soledad, la reticencia, la resignación, el apretar los dientes y mirar hacia otro lado. La maldición de anhelar lo prohibido, lo imposible.

Ojalá mañana al despertar el tiempo no hubiera pasado y la inocencia no se hubiera roto y siguiera revoloteando a mi alrededor como un hada brillante. Ojalá tú estuvieras a mi lado sobre la hierba viendo el más hermoso atardecer, fueran tus besos vehemente realidad y esa noche entre las sábanas no tuviera que volver a soñar.


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