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>> viernes, 6 de noviembre de 2009


Apagué el motor; el parabrisas se anegó en un segundo. Salí del coche y dejé que la lluvia me empapara mientras caminaba. Llevaba el paraguas en la mano y quizás resultara un acto estúpido no utilizarlo, pero prefería sentir las gotas de agua. Había enfriado, podía notarlo en mis manos, que conservaban su temperatura cadavérica desde el inicio del otoño hasta bien entrada la primavera -ni siquiera en verano variaba demasiado-. Los recuerdos se alejaron de mí, dejaron de influir, me centré únicamente en la cortina de agua que atravesaba con cada paso, pensando en el futuro, en lo que habría tras ella, en cuándo tendría lo que ahora me oponía resistencia. Era sólo agua, pero me desinfectaba, se llevaba la polución y los excesos de producción de la materia gris hasta la primera alcantarilla que el torrente encontraba a su paso. Pero la lluvia cesó y esa poética liberación y purificación también.

Sentí que el mundo no era suficiente, ni la vida, ni yo misma, que sólo era una pieza más que no completaba ningún puzle, que no completaba a nadie, ni siquiera a mí misma. Formo parte de un todo y a veces me siento totalmente desligada del conjunto: un conjunto vacío, un conjunto de vacíos, de nada, de esa nada que es algo en sí misma, que lo es todo.

2 Leitmotivaciones:

Ana 6/11/09 08:20  

Niña...Eso que tan bien relatas lo hemos sentido todos alguna vez en nuestras vidas. A veces nada es suficiente, y otras veces esa misma nada lo es todo.

Muchos besitos preciosa.

Nuncadejesdesonreir 6/11/09 09:32  

Mmm, he sentido esa sensación mil y una vez, en muchas ocasiones nada es todo o viceversa;

Aun sigue dejandote empapar por esa deliciosa lluvia, yo lo hago siempre que puedo y aunque termino con un resfriado del quince, esa sensación es única!

Un besazo ;)