Actuar

>> lunes, 3 de febrero de 2014



Hay temas sobre los que no me gusta hablar y menos aquí, en este pequeño rincón conceptual de mi alma, pero hay cosas que piden a gritos ser nombradas. No me gusta hablar de política ni me gusta la política, por ejemplo; me parece una “profesión” inventada en los albores de la civilización por individuos oportunistas llegados al poder para dominar a las masas aborregadas, porque el ser humano siempre ha tendido a divinizar carne y huesos y a imponerse líderes. ¿Por qué dejamos que una persona, o unas pocas, dirijan nuestras vidas como si fueran dioses? No voy a entrar en ideologías políticas, no tengo ganas de perder mi tiempo, porque todas me parecen una sarta de mentiras moralistas que lo más lejos que han llegado ha sido a una lista en un papel. Porque también tendemos a desvirtuar y corromper las cosas y, aunque quizás en un principio la intención era buena, la esencia se perdió por el camino.

Pero no es sólo la política lo que va mal, el mundo entero cruje como una piedra en el desierto al anochecer. La maldad prolifera, se extiende como la peste. Personas mediocres y mezquinas hacen de la vida supervivencia. Por suerte hay personas buenas, con valores y principios, que quieren hacer las cosas bien pero, en este planeta, hacer las cosas bien no tiene premio. Y digo planeta, sí, no país, que ya estoy harta de que se icen banderas; olvidamos que estamos todos en el mismo barco, un barco azul moribundo que estamos agotando y destruyendo y, cuando eso ocurra, darán igual los países y los intereses políticos. Señorxs, el Universo no entiende de leyes humanas, todos vamos a morir, todo tiene un principio y un final, ¿por qué complicar tanto la existencia fugaz de una raza? Al fin y al cabo llevamos un suspiro en este mundo comparado con, por ejemplo, nuestro Sol —y cuanto daño hemos hecho ya—. Seguro que algun@s creen que son más importantes que una estrella que lo único que hace es dar luz y calor, pero sin ella no podríamos vivir y, en cambio, sin algun@s sinvergüenzas, viviríamos mucho mejor.

Y desde aquí, con todo mi respeto, por supuesto, hacia su opinión, también quiero decir a los que convocan manifestaciones y juzgan a los no participantes alegando que protestan por todos: no me pidáis que me levante del sofá para peregrinar como un rebaño guiado por pastores de casco y escudo con las manos atadas, mientras gritáis y esgrimís pancartas que acabarán, sin más gloria, en la basura; no me pidáis que me levante del sofá para ocupar una plaza o una calle y molestar a las personas equivocadas, los responsables están demasiado lejos como para que les moleste; no me pidáis tampoco que me levante del sofá para hacer otra cosa que no sea intentar vivir mi vida como buenamente las circunstancias me permitan, porque no haré el esfuerzo. El día que decidáis actuar y hacer algo útil en lugar de perder la fuerza por la boca y el tiempo en lugares y métodos equivocados, el día en el que todo un pueblo se levante con la determinación de quien lucha por algo más elevado que su propio pan para derrocar a ídolos de oro, ese día me levantaré del sofá.

Es hora de actuar. Y no sólo a nivel global, también a nivel personal, en lo pequeño y cercano. Hay que decidir cambiar, hacer las cosas de forma diferente, al fin y al cabo, l@s que establecieron los “limites” eran personas humanas, como tú y como yo, pudieron equivocarse.

Sinceramente, yo me preocuparía más por hacer que mi humilde existencia valga la pena por mis actos, por haber contribuido a un mundo mejor, aunque parezca que no sirve para nada. Haré lo que considere oportuno en cada momento independientemente de que me digan que una persona no marca la diferencia; para mí y mi conciencia la marca, porque si todos pensáramos así, nunca se haría nada. Y quiero creer que todo este tinglado cósmico tiene un fin elevado y todo lo que hacemos trasciende, porque sino...


1 Leitmotivaciones:

Anónimo 9/2/14 01:52  

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Mi nombre es Teresa.