Rutina
>> viernes, 27 de abril de 2012
Levantarme por las mañanas se ha convertido en algo que me gustaría aplazar hasta encontrar un motivo para hacerlo. La lluvia en la ventana y el frío en los centímetros de piel que se descubren al cambiar de posición, hacen que apure hasta el último segundo entre las sábanas antes de volver a la rutina de cama y trabajo y a la ausencia de vida más allá del ordenador. Hundo mi cabeza en la almohada sin la esperanza de que esa realidad tajante sea el sueño recurrente del que despertar y a sabiendas que esos “cinco minutos más” se han tomado el café que ya no me da tiempo a saborear.
Después de asear mi desidia salgo
a la calle vestida con auriculares, porque con banda sonora esta vieja ciudad
luce más «vintage». Imagino que, en lugar de ir a trabajar o a cualquier otra
cita impuesta, viajo en un descapotable azul por cualquier carretera que lleve
al atardecer; pero ese horizonte se reduce a píxeles y a recuadros sin tachar
en listas arrugadas en el fondo de una papelera.
Los días son una canción con «repeat», los años una vida perdida y aséptica vivida a través de intermediarios, con la única emoción de lo que está por venir y nunca llega, de la esperanza que dicen que es lo último que se pierde, aunque antes pierdas la cabeza.