Rutina II

>> sábado, 28 de diciembre de 2013



Las buenas costumbres se van perdiendo, la rutina se acomoda en tu regazo y poco a poco dejas de hacer todo lo que te hacía sentir viva. Los días transcurren como un cuadrante laboral, nada se sale de la cuadrícula ni nada te saca de ella. Ya no sabes si quieres lo que tienes, pero no eres lo suficientemente valiente para arriesgarte a dejarlo ir por si descubres que te has equivocado. El pulso ya no se acelera ni se eriza la piel, sólo quedan deseos de futuro, pero eso ni siquiera existe todavía ni sabes si existirá. Ya no sabes si echas de menos momentos pasados o si echas de menos ese mañana que nunca llega, pero que al mismo tiempo es la chispa que enciende la ilusión y la esperanza y hace que te sientas viva por la posibilidad de que suceda.

A veces las cosas por las buenas no funcionan, a veces hay que romperlas, lanzarlas con toda la fuerza que la rabia contenida hasta ahora en tus entrañas te dé. A veces, para encontrarte, tienes que tirar la brújula al suelo y pisotearla para hacer añicos el cristal y doblar la aguja hasta que deje de girar y, en lugar de respirar hondo para recuperar el control, hay que soltar el aire de golpe en un grito que te rasgue la voz. A veces hay que cortarse el pelo como nunca lo habías hecho, sin importarte espejos ni tendencias, para volver a reconocerte... Sólo a veces.